Como se suele decir, nada es fruto de la casualidad y, menos aún, cuando se trata de la naturaleza. Este es el caso de las Salinas de Cabo de Gata, enclave de belleza singular en el que miles de aves ponen año tras año sus ojos ya sea para vivir y anidar o como lugar privilegiado de descanso en sus largas y agotadoras migraciones.
Alimentadas por un complejo sistema de canales que facilitan la entrada del agua del mar, su explotación salinera, al igual que ocurre con las salinas de Cádiz y Huelva, se remonta a las épocas fenicia y romana, jalonada por la trascendencia, entonces, de la sal como herramienta de conservación y elaboración de los exquisitos salazones.
Aún en actividad, como podrás y debes comprobar, la mayor parte de su atractivo reside en la extraordinaria riqueza paisajística y de su avifauna, compuesta por más de un centenar de aves, la gran mayoría especies que transitan entre los dos continentes.
Es precisamente en ese periodo cuando las Salinas de Cabo de Gata se convierten en un auténtico vergel de siluetas, colores y sonidos (Pato cuchara, Silbón europeo, Alcaraván común, Garza real, Chorlitejo patinegro, Flamenco rosado, Gaviota de audouin, Cormorán grande, Avoceta común, Zampullín cuellinegro, Lavandera boyera, Gaviota sombría…) , un paraíso para los estudiosos y los observadores de las aves, para los que este enclave natural propone distintos puestos de observación ornitológica.