De bello estilo mudéjar, es uno de esos faros, no muy numerosos, asociados a un río, el Guadalquivir, y a la entrada de un puerto pesquero, en este caso el de Sanlúcar de Barrameda, tierra de conquistas, noble manzanilla  y langostinos que quitan el ‘sentío’.

Levantado a finales del siglo XIX en la playa de Bonanza, destacan los ladrillos rojos que le dan forma octogonal  y su bella cúpula blanca.

De 19 metros de altura, cuenta con  vivienda para el farero, que en Bonanza siempre se llamó farista, y entre sus misiones estaba la de facilitar el acceso de las embarcaciones que se dirigían al puerto fluvial de Sevilla.

Dadas las dificultades de navegabilidad de la zona este faro se completó con otro situado a 800 m cauce arriba en 1894, denominado de San Jerónimo, para completar la enfilación luminosa que marcaba la entrada a la barra del Guadalquivir.

Sin lugar a dudas, una de esas visitas obligadas en una población que a lo largo de su historia siempre se ha volcado al mar y a su río.

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