CÁDIZ

El amplio litoral gaditano da cobijo en su variado perfil a un sinfín de iniciativas náuticas, recreativas y pesqueras íntimamente ligadas al mar desde hace décadas, siglos. Colectivos que, en su gran mayoría, se encuentran enclavados en zonas que han jugado un protagonismo muy importante en la historia de la provincia, incluso de España, y que, además, destacan por su gran riqueza medioambiental. Este es el caso del Trocadero, lugar en el que se localiza la isla del mismo nombre.

Este paraíso del sur de la Bahía de Cádiz, en el que aún se adivinan las ruinas del Fuerte de San Luis, tuvo un papel muy destacado en la Guerra de la Independencia contra los franceses, viviendo su ocaso allá por 1823, cuando, en lo que se llamó la Batalla del Trocadero, sucumbió frente a los Cien mil Hijos de San Luis. Un episodio que, lamentablemente, tuvo entre sus fatales consecuencias la abolición de la Constitución de 1812.

En este amplio caño de aguas tranquilas, que viene a desembocar en la Bahía de Cádiz, se localiza uno de esos pequeños ‘puertos’ pesqueros que se muestran impasibles al paso del tiempo y que, alejado de los ‘neones’ de las grandes y modernas infraestructuras náuticas y pesqueras que se reparten a lo largo del litoral, representa la máxima expresión de un pueblo que no sabe vivir de espaldas al mar.

Localizado frente a las ruinas de la salina El Consulado, en plenas marismas, este colectivo pesquero da cobijo a las pequeñas embarcaciones de un número importante de pescadores que, ya sea en el caño o en la propia bahía, hacen efectiva una de sus mayores pasiones.

Un enclave único, casi desconocido por quienes nos visitan, que, sin lugar a dudas, cobra su máximo esplendor al atardecer, cuando el sol, kilómetros más allá, se esconde por la emblemática Caleta gaditana.

Asimismo, el Trocadero, integrado en el Parque Natural de la Bahía de Cádiz, es un lugar privilegiado para el avistamiento de aves, como son los casos de cormoranes, gaviotas, flamencos o garzas, entre otras muchas.

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